lunes, 27 de agosto de 2012

Tres poemas de Joaquín Giannuzzi


INFORME POLICIAL

La escena se ha enfriado bajo un pesado desorden.
Hay un olor de flores descompuestas,
de cosas hace mucho paralizadas. ¿Tenía
algún enemigo resuelto allá afuera? ¿Una falla,
un coágulo en el pasado? En cada objeto
que perturbó la ráfaga del escándalo
hay una especie de venganza inmóvil,
una avaricia que no entrega su testimonio.
Aplastado a la alfombra, mortecino
y seco, el reguero de sangre,
sordomudo y aislando una verdad, expone una cuerda
rota
en el drama de las relaciones humanas.
La mente profesional desanda el tiempo
y la estructura de los hechos
porque estas cosas ya habían sucedido:
así que nadie oyó nada cuando la pistola
simplificó la contradicción y decidió el asunto.
Si queda alguna pregunta, un rastro digital
técnicamente apto, por ejemplo,
un texto escrito en el tejido oscuro, una muesca
reciente
en superficies que se han vuelto ambiguas
los molerá la lógica hasta filtrar el pus.
Por ahora se apagan las luces
para que el muerto cierre sus perforaciones,
bulto ciego girado sobre el secreto.
Afuera el aire es clamoroso; en el sol de los días que
siguen
una culpa sólidamente encarnada
circula de azul vestida, estrecha manos y no huele a
nada en especial.


CAÍDA CON ENIGMA

El hombre cayó en la calle.
Completamente muerto.
La especie se desploma así,
verticalmente, sin mayores
complicaciones de estilo.
El drama es hasta allí
mecánicamente neutro, de tres
dimensiones generales.
Pero sopla el viento sobre el difunto
y le arranca papeles inexplicables.


SUSURRO PERSONAL

Por alguna razón,
mi corazón late como una ametralladora.
El cardiólogo me ha dicho:
controle su vida emocional. Me pregunto
si no habrá allá adentro una verdad
que intenta abrirse paso. Vuelvo una mano al pecho
buscando una fe en la oscuridad
de mí mismo. La pulsación interna del yo
parece apresurarse
hacia una descomposición indescifrable.
El ritmo cardíaco es un tiempo en estado impersonal. Esta es
la única certeza que encuentro.
Los golpes sanguíneos de un tambor
cerrado sobre el vacío.
No hay noticias profundas de mí mismo
sino este susurro fisiológico, el zumbido
que hoy fui dejando a mi paso
a través de calles, edificios y cuerpos cerrados,
Un rastro de baba que recorrió el mundo
y está de regreso en esta habitación.

sábado, 11 de agosto de 2012

Guido Ceronetti - Fragmentos de El silencio del cuerpo



La colilla de un cigarro a medio fumar aplastada en el lavabo de un aseo es como una película del retrato moral de un hombre.  Ahí está: vulgar, prepotente, estúpido, falto de generosidad, que en el coito no piensa más que en sí mismo, lleno de dinero que arrambla o estafa, indiferente a las desgracias de los demás, destructor de animales y plantas, cazador, lector de periódicos deportivos, ávido, pesadísimo en todo, ruidoso, vocinglero, innoblemente práctico, comedor de carnes rojas, salador, bebedor de café, vestido con trajes caros, perfumado, respetuoso de la potencia, adorador de los coches. Ha ido allí a mear y ha dejado su fotografía; el nombre no importa. 


*


El hombre ya no puede cambiar, ni tomar otro camino; sólo puede acabar mal.


*


Después de la epidemia de peste de 1665, en Londres, la peluca cayó en desuso, por temor de que los cabellos procedieran de apestados.


*


Una amiga enferma de cáncer nos cuenta lo que es quedarse sola , ante la máquina que irradia sobre su pecho el Cobalto 60. Es una máquina que habla: un zumbido extraño que a veces se alza, a veces cesa. En un aislamiento completo, con una puerta pesadísima a la espalda, surge ese compañero ambiguo, que se sabe mortífero, rehuido y temido por todos, que contigo debiera siempre mostrarse lleno de benevolencia y, a cambio de dinero, curarte. ¿Pero qué lengua habla ese monstruo? ¿Qué advertencias murmura? ¿Qué cuenta? Tal vez habla de otros que han pasado por allí, y que han muerto, y te recomienda que no te hagas ilusiones, honestamente te ruega: "No me creas capaz de vencer a la muerte."


*


El excremento, mientras está en el cuerpo, es aceptado: no está separado de de la unidad del miscrocosmos; aislado, horroriza y repugna, por el olor del alma desnuda y anónima que exhala.


*


Susan Atkins asegura que Sharon Tate, de tanto implorar y suplicar que no la mataran, parecía una máquina de la IBM: "Cansada de oírla, la apuñalé." Ludismo.


*


Lo sagrado da miedo. Pero también su ausencia, también el mundo desacralizado, sin reglas, sin prohibiciones. Libres, no podemos existir. Hay que elegir aquello que más consuele.


*


El misántropo es, necesariamente, el más denodado negador de un Dios antropomorfo.


*


Si les quitamos a los sentimientos amorosos la morbosidad que los lubrifica, no quedarán sanos, sino estériles, atrofiados, movidos por el viento árido de la crueldad.


*


En la fase gaseosa de la putrefacción, todo hombre blanco se convierte en negroide,  e incluso un enano tiene su momento de gigantismo.


*


Quien tolera los ruidos es ya un cadáver.


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De una descripción de la enfermedad de Parkinson: "El semblante está a menudo rígido y fijo, y cuando el paciente esboza una sonrisa, lo hace de un modo persistente." Nada debe durar más allá del instante que ha solicitado la necesidad de ser: una sonrisa que persiste se convierte inmediatamente en una lúgubre mueca, cualquier durar son motivo, aun sin rigidez o temblor, es Parkinson.


*


Si buscando una mano en la oscuridad, encuentras un culo, piensa en la riqueza y en el misterio de la oscuridad.


*


Desde el momento en que el hombre es un cáncer, no tendría que ser tan improbable, en otros planetas, su metástasis.



*


Defecando se puede pensar en la vida y en la muerte, comiendo se puede pensar en todo, pero muy mal, en el coito no se puede y no se debe pensar en nada. Es vaciamiento místico. Pero para todos.


*


La idea de tener un Dios como causa de la propia destrucción es una etiología sublime, que eleva al hombre por encima de su lecho de tortura y lo hace, en el momento de su mayor miseria, divino. "Pero ni un Dios te enferma ni un Dios te sana." Entonces, sobre este pasillo de hospital no hay más que el piso de arriba, y sobre ése, otro piso, y encima más pisos, blancos, iluminados, y sobre mí nada mas que una serie de pisos blancos, iluminados, recorridos por camillas, donde se mueven agujas y tijeras, gasas y termómetros, y manos de hombre cogen y sueltan manos de hombre, y abajo una fila de ataúdes, cámaras frigoríficas, un infierno aseótico, infinito, sin esperanza.


*


Fornicar viene de fornice [cimbra, curvatura interior de un arco], porque bajo las bóvedas era donde se encontraban en Roma las putas. Sólo el que fornica al aire libre, bajo la bóveda del cielo, es un verdadero fornicador.


*


Opiniones. Hubo quien dijo que el ataúd de Marie des Vallées despedía un aroma de romero, y quien aseguró que era de queso echado a perder. Estaban también los neutrales, que no percibieron ningún olor. 


*


Mientras tengan ganas de matar, no perderán el gusto de engendrar.


*


El optimismo es como el óxido de carbono: mata dejando sobre los cadáveres una impronta de rosa.


*


En el punto culminante de sus arrebatos oratorios Hitler eyaculaba; era el momento en que la Muchedumbre estaba más estrechamente subyugada a él. Se cumplía así una cópula monstruosa, un incesto no previsto por los códigos sagrados. La muchedumbre fecundada, encinta de demonios que tardan poco tiempo en salir de su barriga. Así se explica cómo un solo hombre puede ser padre de tanto mal.


*


Todo lo que no se come hace bien a la salud.



De El silencio del cuerpo (Acantilado, 2006)
Traducción de J. A. González Sainz
   




Charles Wright - Retrato del artista con Hart Crane



Finales de agosto en Venecia, afuera, después de almorzar, Hart
apaga la colilla de su cigarro en un vaso de vino,
el semblante humedecido y aséptico
encierra la palidez de la muerte o la suavidad de una nube.
El brillo líquido de su porvenir se adhiere aún a la pérgola.

El tema de la poesía es siempre el tiempo.
Pienso, las pequeñas manecillas, cada noche en nuestro pecho
se desdoblan por la mañana, un dedo a la vez
bajo el renovado peso del sol.
Un día más es un día menos.

Llevo varias semanas escribiendo este poema
con un lápiz hecho de lluvia, que corre por mi cara
y la de mi amigo, creando un lenguaje donde nada permanece.
La luz del sol no tiene tal deseo.
En los pequeños estanques de nuestras palabras, el fondo es el brillo.



De La escuela de Wallace Stevens (Vaso Roto, 2011)
Traducción: Jeannette L. Clariond